El tiempo que te quede libre si te es posible dedícalo a pensar

Según la ciencia los seres humanos tenemos límites, cuestión que cada uno o una de nosotros podemos comprobar a diario, esto incluye el tiempo de actividad laboral o no laboral que podemos dedicar a estar activos.

Entre cuarenta y cincuenta horas a la semana es el tiempo máximo que los estudios sobre el comportamiento humano marcan como óptimo para actividades productivas. Más allá simplemente nos volvemos ineficientes o más ineficientes de lo que cada quien es.

Cincuenta y seis horas a la semana deben dedicarse al Dios Morfeo, Hypnos o cualquier deidad que se identifique con el placer de dormir.

De las horas que quedan unas irremediablemente se dedican a injerir los sagrados alimentos y sus consecuencias de somnolencia, otras a la higiene y salud, otras a los quehaceres del hogar, en su caso a cuidar chilpayates, si queda algo de tiempo al ocio, de la forma que cada quien considere mejor.

En algunos ambientes se considera que tener largas jornadas de labor es muestra de ser muy importante, si no tienes trabajo que te rebasa hasta por la coronilla eres un ser de tercera categoría, un cualquiera.

Gracias a los señores de la Guacamaya conocemos a grandes rasgos la agenda del Presidente López.

Se levanta a las cuatro de la mañana, supongo se baña y se viste, revisa el show de "La Mañanera", sin duda la actividad más importante de su sexenio, se junta con los responsables o irresponsables para informarse de los múltiples éxitos de "Abrazos no Balazos", salta al escenario como casi único actor de la gran farsa nacional, se retira a la oficina donde si es el caso, recibe a visitantes distinguidos: Ken Salazar casi diario, miembros del gabinete y de su staff más próximo (Monreal ni de chiste), entre las doce del día y la una de la tarde se retira a su vida privada, a cuidar su mermada salud.

Cumplió con sus ocho horas diarias de trabajo según establece la legislación laboral mexicana para todo contrato laboral.

Le ataca el hambre, le sirven sopa aguada, arroz o espaguetis verdes y su guisado, como cualquier mexicano que asiste a una fonda, ya sabemos un par de zapatos y un lugar donde dormir, para que más (San Francisco de Asís dixit).

Es de suponerse que para cumplir con Morfeo a las diecinueve horas con treinta minutos se pone el pijama, le da el beso de las buenas noches a Beatriz, reza a nuestro señor alguna plegaria (que se infarte Loret) y se tira a dormir sus sacrosantas ocho horas.

En estos días quizá se desvele gozando la serie mundial de beisbol ¡Vamos Philis!

Quiero suponer que algún tiempo de la tarde noche lo dedica a pensar, si a pensar, aunque por los resultados parece que no. La filtración no contiene datos sobre este lapso de tiempo.

Me parece que pensar es una actividad insustituible, requiere tiempo, estar bien informado, escuchar y leer opiniones diversas, reflexionar, sopesar.

López, contratado por los mexicanos, por seis años, como presidente tiene como función fundamental tomar decisiones, no está contratado para poner en práctica nada, no es un operador, su trabajo es informarse, pensar y decidir sobre los principales temas que aquejan a la nación.

Más parece que le dedica el tiempo de pensar a recrear sus obsesiones, que no son pocas: el innombrable, Calderón, el fraude de 2006, las corcholatas, los conservadores, los opinadores, los conquistadores españoles, Pemex y CFE, sus trenes, la corrupción de antes (la de ahora no existe ya barrió de arriba a abajo), el INE, la UNAM y cuanto enemigo se invente o reaparezca en el camino.

El pensamiento creativo que resuelve problemas es el gran ausente de Palacio, no tiene espacio en la agenda.

Menos mal que el día solo tiene veinticuatro horas.