Hablemos de la elite

 


Nunca sobra empezar un año haciéndose una pregunta, aunque lo común son los propósitos demos un giro a la costumbre.

¿Qué prefiero, pertenecer o no a una elite? Por supuesto que se espera absoluta honradez en su repuesta, más si no hay que compartir con nadie el resultado, queda para el adentro de cada uno o una.

Por elite, con referencia a la Real Academia de la Lengua, que sin duda es una elite, digamos que es “una minoría selecta o rectora”[i], en muchas ocasiones ambas.

Restringiendo el asunto, para fines del texto, se acota la idea de elite a su referente político, dejando a un lado la tan manoseada elite económica, la intelectual, religiosa y la que se ocurra, total hay elites por donde se nos ocurra, hasta en el reino animal, pregúntenle al rey de la selva.

Si nos restringimos a la política podemos decir que es una minoría selecta que rige los destinos de la plebe o vulgo, otros dirían el pueblo, las clases dominadas, los ciudadanos o simplemente el resto de los mortales, entre los que se encuentra su humilde escribidor.

Si uno observa con atención, siempre existe una elite dentro de otra elite, como muñecas rusas, hasta el extremo de llegar a una persona que decide por todos. Si por su mala intención se ocurre algún ejemplo cercano, por humildad se sugiere mantener reserva al respecto, evitando ser satanizado.

El Partido Comunista, el Comité Central, el Politburó, el secretario general, el proletariado bien gracias (más bien mal).

Durante milenios la elite política adquiría legitimidad basada en algún Dios que señaló quiénes pertenecían y por ende quiénes no, la sangre manda. Aun existen esos especímenes, espero que en etapa de extinción.

La violencia ha gestado la imposición de una elite sobre otra a lo largo de la historia. Los grupos del crimen organizado buscan imponer su primacía y su elite correspondiente entre ellos y frente al Estado mexicano, que no parece hacer su trabajo.

Siento informar que la democracia no elimina la elite política, lo que si intenta hacer es limitar la capacidad de decisión de dicha elite y poner a decisión de los ciudadanos quiénes dentro de la elite tienen más poder que otros. Quizá no sea mucho, pero es lo menos peor que los humanos hemos inventado para llevarnos más o menos bien.

Vivimos y morimos bajo la égida de una elite queramos o no.

Para no hacer el cuento largo nuestra famosísima Revolución Nacional y Popular, entre otras maravillas, parió una elite política que gobernó desde 1915 hasta el 2000, incluso tiene nombre propio: LA FAMILIA REVOLUCIONARIA, algo así como La cosa nostra italiana. Todo un éxito a nivel mundial.

A partir del año 2000 la disputa entre partidos se agudizó dando como resultado un reparto de poder entre las diversas partes de la elite política que nos gobierna.

2018 significó que una parte de esa elite, con un discurso anti-elite, paradójico, alcanzó una mayoría, y en esas andamos.

Para no engañarse toda elite política (las otras también) siempre busca alcanzar el poder y perpetuarse en el mismo, está en su ADN decimos ahora, antes en su sangre.

En junio próximo definiremos qué tanto poder le damos a cada segmento de la elite que gobierna, ninguna desaparecerá, pero el resultado inclinará en un sentido u otro el futuro del país.

Terminaré con otra pregunta: ¿Qué considera mejor regresar a la hegemonía de un grupo o un reparto de poder con necesidad de buscar la conciliación?

Que los Reyes les hayan traído algo suculento.

¡FELIZ 2024!

 



[i] Pongo comillas en prevención de que Sheridan lea este texto.

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