CONVENCER
"No quiero convencer a nadie de nada. Tratar de convencer a otra persona es indecoroso, es atentar contra su libertad de pensar o creer o de hacer lo que le dé la gana. Yo quiero sólo enseñar, dar a conocer, mostrar, no demostrar. Que cada uno llegue a la verdad por sus propios pasos, y que nadie le llame equivocado o limitado. (¿Quién es quién para decir "esto es así", si la historia de la humanidad no es mas que una historia de contradicciones y tanteos y busquedas?). Jaime Sabines.
Por
desgracia o porque así son las cosas, las sabias palabras de ese
gran poeta chiapaneco, mexicano y universal son, han sido y, creo,
serán desoídas. Aunque siempre será mejor o menos malo convencer que
vencer como lo expreso el filosofo Unamuno frente al general
franquista Millan Astray.
Como usted sospecha el mundo esta plagado
de “convencedores”, unos de buena fe otros con toda la mala
intención, unos profesionales otros amateurs, otros ni siquiera se
dan cuenta de su vocación.
Convencer
(persuadir, inducir, sugestionar) nos dice la Real Academia de la
Lengua, es “mover con razones a alguien a hacer algo o a
mudar de dictamen o de comportamiento”, hasta aquí, con el énfasis
en razones, vamos bien, sin embargo cuando vamos a los sinónimos de
convencer el asunto empieza a tomar un sesgo. Persuadir, “obligar
a alguien con razones a creer o hacer algo”, obligar, aunque sea
con razones, ya tiene un tufo autoritario. Inducir, “mover
a alguien a algo o darle motivo para ello”, aquí ya
estamos en un terreno lejano de las razones y nos ubicamos en los
motivos que pueden ser de muy diverso tipo. Finalmente sugestionar,
“dominar la voluntad de alguien, llevándolo a obrar en
determinado sentido”, aquí convencer es dominar la voluntad de
otro, ni moverlo, ni obligarlo, dominar. Empezamos en la razón y
terminamos en dominar.
Políticos
y religiosos han sido los convencedores por antonomasia de la
historia. Muchas veces ayudados de los verbos vencer, obligar y
dominar cuando no ha bastado convencer o se considera irrelevante.
Los
convencedores, como seres humanos que son ya que no vienen de otra
galaxia, usan la idea de razón como el cúmulo de argumentos que
sustentan una idea, dejando de lado otros argumentos otras ideas a
las cuales se les califica de falsas. Así el convencedor intenta que
sus razones sean las que calen profundo, las que mas adeptos
adquieran, las que adquieran el estatus de verdad. Siempre mejor por
las buenas sino esta el recurso, cuando se puede, de las malas. El
general puso en arresto domiciliario al filosofo y mato a miles.
En
una sociedad que aspira a ser cada vez mas democrática, de lo cual
nos han convencido los denominados liberales en sus diversas
expresiones, convencer es mucho mas valorado que persuadir, inducir,
suguestionar y causa repulsa tipos como Millan Astray que debe ser repudiado por su método, aunque sus
razones deben ser escuchadas, debatidas, confrontadas.
La
razón esta plagada de turbulencias como supongo no escapa a nadie.
Toda
religión se basa en una fe, una premisa incuestionable que no admite
razones ni cuestionamiento, a partir de ahí se arma todo un discurso
“razonable” de como debemos vivir. Millones han sido convencidos
del incuestionable valor de la fe, han sido legítimamente ganados
para un discurso. A unos pocos eso de la fe nos parece incomprensible
y transitamos por el mundo con nuestra propia brújula y la
convicción de una existencia perenne.
Los
políticos son convencedores por excelencia, aún los que utilizan la
imposición para lograr sus fines, hasta las dictaduras mas
execrables buscan un nicho de convencidos, de seguidores, de
legitimidad.
La
democracia sería el intento de que quien convenza a mas adquiere el
derecho a conducir la sociedad sin excluir a quienes profesan otro
convencimiento. Una diferencia sustancial es que aunque sea con
muchas dificultades, opacidades, distancias los convencedores de
distintas razones tienen que pasar por el filtro de la ciudadania. En
un sistema no democrático la intención es desaparecer (incluso
físicamente) a quienes enarbolan una idea diferente, eliminar la
competencia, como quien dice sopa de ajo o sopa de ajo.
A
pesar de Jaime Sabines los convencedores han estado, están y estarán,
ojala eleven su nivel. Un mundo de librepensadores irredentos,
indispuestos a dejarse convencer es una utopía. Aunque es una
maravillosa opción personal.
P.D.
No se dejen convencer de que el mercado es maravilloso y nos lleva al
edén; tampoco que la vía al paraíso pasa por mucho Estado.
De acuerdo con la dos sentencias. Añado una tercera: desconfíe usted de todo nacionalismo, aún --o principalmente-- del propio.
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